lunes, 14 de abril de 2014

EL OBRERO Y EL SOLDADO 
  
El trabajador y el soldado se encontraron en un camino.
—¿Adónde vas?, preguntó el soldado.
—A la fábrica, contestó el trabajador; y tú, ¿adónde vas?
—Voy al cuartel; el pueblo de X… se ha sublevado y hemos recibido órdenes de ir a sofocar la rebelión a sangre y fuego.
—Pudieras decirme, preguntó el trabajador, ¿por qué se ha sublevado esa gente?
—Ciertamente que sí puedo decírtelo: esa gente, de la noche a la mañana se negó a pagar los alquileres de las casas, los arrendamientos de la tierra, las contribuciones al Gobierno, y cuando la autoridad se presentó para echar de las casas a los inquilinos y expulsar de la tierra a los arrendatarios, al mismo tiempo que a hacer efectivo el pago de las contribuciones al Gobierno, los habitantes se resistieron, apuñalearon al juez, al notario, a los escribientes, a los gendarmes, al presidente municipal y a todos los cagatintas; quemaron los archivos y enarbolaron, en el edificio más alto, una bandera roja con una inscripción en letras blancas que dice: “Tierra y Libertad”.

El trabajador se estremeció. Pensó que eran los de su clase, los pobres, los desheredados, los proletarios, los que se habían rebelado.
—¿Y vas a batirlos?, preguntó al soldado.
—Claro que sí, respondió el esclavo de uniforme. Esos habitantes están atentando contra el derecho de propiedad individual y el deber del Gobierno es cuidar los intereses de los ricos.
—Pero tú no eres rico, dijo el trabajador al soldado; ¿qué interés tienes en matar a esas gentes?
—Tengo que hacer respetar la ley, dijo secamente el soldado.
—¿La ley?, gritó el trabajador. ¡La ley sostenedora del privilegio! ¡La ley que es carga para los de abajo, garantía de libertad y de bienestar para los de arriba! Tú eres pobre, y sin embargo sostienes la ley que aplasta a los de tu clase. Tus padres, tus hermanos, tus parientes son pobres; los que se han sublevado en X… son pobres que sufren lo mismo que tú, y tus padres y tus parientes, ¡y tal vez alguno de los de tu familia figure entre los rebeldes!
El soldado se encogió de hombros, escupió sobre el yerbajo que bordeaba el camino, lanzó una mirada de desprecio al trabajador y gritó altanero:
—¡La ley debe estar sobre todas las cosas! Si mi padre la infringe, a mi padre mataré, porque así me lo ordena la ley!
—Bueno, dijo el obrero; ¡marcha a asesinar a la carne de tu carne y a la sangre de tu sangre!
El trabajador y el soldado continuaron su marcha en direcciones opuestas: el primero a trabajar para hacer más rico al amo; el segundo a matar para asegurar al amo el tranquilo disfrute de “sus” riquezas.
X… era teatro de una actividad, de una alegría, de un entusiasmo sin límites. Los tristes semblantes de la víspera habían desaparecido. Todos los habitantes estaban en la calle celebrando el día de la libertad. Un anciano arengaba a la multitud de esta manera:
—Compañeros: ahora cada uno de nosotros es el amo de sí mismo; celebremos nuestra victoria; inventariemos todo lo que existe en la población y en sus alrededores, para saber con qué elementos contamos en provisiones y útiles de trabajo, y en seguida, mis hermanos, una vez que hayamos celebrado nuestro triunfo, dediquémonos a trabajar para producir cosas útiles para todos y…
No pudo concluir la frase. ¡Se oyó el disparo de un arma de fuego, y el anciano, mortalmente herido, cayó para no levantarse más, la cara vuelta hacia el sol.
El soldado había matado a su padre…

Extraido de Fanzine regeneracion No 92

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